Infojus: Tragedia de Once: un tribunal semidesierto en un día gris

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Tragedia de Once: un tribunal semidesierto en un día gris

| Fuente: Infojus Noticias | Fecha de publicación: 2014-07-22 | Por: Cecilia Devanna | Fecha de captura:: 2015-11-24 16:08

Se cumplieron hoy 29 meses de la tragedia de Once, en la que murieron 52 personas. Para el juicio no hay feria, así que hoy hubo audiencia. Más temprano hubo un acto en la estación. Los pasillos de los tribunales están vacíos y hay muy poca actividad.

El 22 de febrero de 2012 el sol radiante parecía rajar el cemento de Buenos Aires, el calor no daba tregua y Noemí Flores cumplía años. Veintinueve meses después diluvia sobre la ciudad y los tribunales de Comodoro Py están desiertos. En plena feria judicial, el debate oral y público por la tragedia ferroviaria de Once sigue. Flores está hoy en el juzgado porque aquel 22 de febrero, día de su cumpleaños, su hijo Matías Cerriccichio y su nuera, Natalia Benítez, iban en la formación del ferrocarril Sarmiento que se estrelló contra el andén N° 2 de Once y terminaron muertos, al igual que otras 50 personas. La causa judicial tiene 29 imputados.

Los pasillos de los tribunales federales de Comodoro Py son anchos, están revestidos en granito color arena y tienen toda clases de carteleras, avisos, placas de bronce que anuncian salas, cámaras, tribunales y fiscalías. Hoy estaban todas desiertas. El receso invernal, que se extiende por quince días, convirtió al edificio más importante del país en materia judicial en una suerte de sala de espera gigante.

A lo largo y ancho de sus nueves pisos y un subsuelo, pululan policías aburridos que casi no tienen trabajo para hacer. Hay pocos detenidos yendo o viniendo de los despachos, y también pocos magistrados a quien custodiar o cédulas que entregar. Los efectivos que tienen escritorios cerca de las ventanas alcanzan a ver el diluvio que cae, inclemente, sobre la avenida Comodoro Py. El puerto, una iglesia, los edificios de la zona están más grises que nunca. Los vidrios se empañan, se empapan.

En el interior de la sala AMIA, en la planta baja del edificio, se realiza el juicio frente al Tribunal Oral en lo Criminal N° 2, que tomó la decisión de seguirlo durante la feria. Declaró como único testigo Ernesto Distefani, un abogado que al momento del accidente trabajaba en el estudio jurídico de Carlos Lluch, uno de los imputados en el caso. Parte de su testimonio giró entorno de los trabajos que se hacían como apoderados de Trenes de Buenos Aires (TBA), la empresa concesionaria del servicio ferroviario al momento del accidente.  “El estudio creció exponencialmente en 2010”, dijo.

“Se habían casado hace un año y medio y estaban juntos desde hacía más de diez. Todavía no habían tenido hijos”, contó a Infojus Noticias Noemí. Tiene abierta la campera que la protege del frío que golpea a la ciudad y viene de Once, donde esta mañana hicieron un acto para recordar los 29 meses del choque. Debajo del abrigo lleva una remera negra con las caras de su hijo y su nuera estampadas. Tenían 33 años, vivían en San Justo y a diario hacían el mismo recorrido: iban desde allí hasta Liniers y de ahí a Once, para llegar a sus trabajos en ese barrio porteño.

En la oscuridad de la zona anterior a la sala AMIA, donde se realiza el debate, Noemí toma mate con sus otros dos hijos y varios familiares de víctimas. Vinieron juntos desde el acto en Once. “Vamos a todos los actos, no sé cómo lo hago, pero lo hago. Tengo que seguir por mis otros hijos, porque también hay que sostenerlos. Es como que hay un punto en el que, por el dolor, ya no pensás. Salís y haces lo que tenés que hacer”, cuenta.

Nueve pisos arriba está “Milagros & Co”, el bar en el que suelen convivir, atiborrados por la falta de espacio, acusados, víctimas, familiares, querellantes y defensores. Hoy solo están ocupadas dos mesas en las que se reparten defensores y uno de los 29 imputados: Antonio Sícaro.

Juan Pablo Schiavi pasa delante de los familiares de las víctimas y saluda. No se ve un solo gesto en él. El lugar está en penumbras: no hay luz, tampoco sol. “Es muy fuerte esto. Él y Cirigliano son los que más saludan. Se paran y dicen “buen día” y siguen. Te dan unas ganas de ir a agarrarlos”, dice Leonardo Sarmiento, el joven que estuvo durante más de 4 horas atrapado entre la gente y los hierros. De ahí salió con aplastamiento de ciático, fractura de pelvis, rotura de ligamentos, de tobillo, y un corte en la oreja, que le quedó por la mitad y llena de cicatrices. 

Leonardo va a todas las audiencias, que comenzaron el 17 de marzo. Tiene un gesto apacible. Charla con los demás familiares que hoy son menos que de costumbre. De hecho sobran los lugares y ellos se escuchan más que nunca: el silencio define hoy al gigante de cemento que es Comodoro Py.

Cerca de Leonardo está María Esther Luna junto a su esposo, su hermana y el marido de ella. Su hijo Federico Fernández, de 19, fue otra de las víctimas. “Esa mañana con Fede salimos juntos y fuimos a la estación. Él para ir a Once y yo, a Floresta. Cuando vino el tren le dije de ir juntos y me dijo que prefería ir hacia Moreno –más atrás- y tomar el tren vacío para sentarse y poder dormir un rato. Se fue para ahí y viajó con dos compañeros de trabajo. Él fue el único de los tres que se murió”, explica.

Los familiares están sentados en un sillón largo y cómodo en un pasillo. El suelo está limpio como nunca: desde ayer la empresa encargada de limpieza aprovecha la tranquilidad del lugar para hacer un trabajo profundo. Piso por piso, área por área, lavan los pisos con una mezcla potente de Espadol. El agua corre gris. 


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